“El prostíbulo de la corrupción”

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Así define a la Casa Nacional del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y a sus miembros una usuaria de Twitter, vinculándolos a palabras tan degradantes como prostíbulo y corrupción. ¿Quién lo diría?

Y es a partir de las declaraciones de Danilo Medina en sus recientes apariciones, que se han generado toda clase de reacciones. Antes, mientras gobernaba, no hablaba, se le rogaba que lo hiciera en momentos álgidos, especialmente. Es más, se ganó el mote de “El mudo”.

Sin embargo, después del 16 de agosto y en víspera de la organización del congreso peledeísta, a modo de arenga intenta justificar la más bochornosa actuación electoral morada, cuyo orgullo sobre los demás partidos del sistema era que se habían convertido en una invencible y extraordinaria máquina electoral.

¡Sí que era extraordinaria, pero más, invencible! Porque vender un candidato tan insípido en el 2012 no fue tarea fácil. Solo el liderazgo excepcional de quién lo empujó, la disciplina y fortaleza de una estructura política como el PLD de entonces, pudo pasar tan difícil prueba. Basados en esa realidad de entonces creyeron que podían repetir la hazaña en el 2020.

Ni era el mismo liderazgo ni había un partido compacto, cohesionado. Eso se había echado a la basura cuando decidieron violar pactos y compromisos consensuados aquella mañana en Juan Dolio. Y ni hablar de la calidad del candidato, porque si el del año 2012 fue difícil el de ahora todavía no tiene calificativo decente para llamarlo.

No leyeron el guion histórico que se construía desde la primera modificación constitucional para permitir la reelección. Mucho menos entendieron el rotundo no que le propinaron ante la nueva “iniciativa” de un grupo de legisladores cuya convicción dependía de un nuevo hombre con maletín en mano.

Pero tampoco se detuvieron a pensar en que la población daba seguimiento a lo que ocurría hacia lo interno de la organización y sus miembros como administradores del dinero y los bienes del Estado. En todo este entramado surgió un nombre, Pompeo. Su llamada fue importante para nosotros.

Claro que avergüenza que relacionen a un partido de tanta historia, luchas y éxitos electorales con lo obsceno e impúdico. Pero es que hasta los que creímos harían algo para evitar ese aparatoso descalabro optaron por emular a su jefe inmediato: hicieron mutis. Por eso son responsables, unos más que otros, pero todos.

Fue mucho con demasiado, y nos cansamos. Algún día tenía que ser. Ojalá asuman con hombría lo que podría convertirse para ellos en lo más parecido al final de una novela tipo Perry Mason.

Por: Clemencia García Damirón