¡Celebrando la vida!

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7 de diciembre de 2020

Gratitud. No hay otra forma de empezar que no sea agradeciendo a Dios, por su infinita bondad de permitirme llegar a este punto. A mis padres, por darme una crianza en valores, es la base en que se ha desarrollado mi vida. Y con ellos, a la familia y amigos con que he sido premiada. Esa maravillosa combinación -divina y terrenal- es responsable de lo que soy.

Resulta difícil hablar de mí misma, pero hoy me lo permito.

Con 55 en la espalda tengo poco de qué quejarme, si no lo hago dejaría de ser humana. He tenido una vida normal, con picos. Altas y bajas, alegrías y tristezas. Lágrimas y risas me han acompañado durante todo este trayecto, un coctelito.

Aunque siempre he sido adulta -desde el vientre de mi madre- mi niñez no tuvo desperdicios. A pesar de la educación victoriana a la que fuimos sometidos mis hermanos y yo, mi etapa temprana estuvo llena de cuidados, educación, diversión y sobreprotección. Todavía mis padres supervisan que “todo marche bien” en cada una de nuestras casas.

Siendo apenas una niña por curiosidad leí El árabe, novela escrita por Edith Maude Hull. A partir de entonces el desierto de El principito se borró de mi mente para darle paso a un mundo tan incomprensible como impresionante para mí en ese momento. ¿Cómo lo manejé? Pues todavía me pregunto. Ese libro era la lectura de turno de mi mamá, estaba en su mesita de noche. Hoy se entera de ese episodio, tarde para darme dos cocotazos.

Me encanta la música, lo llevo en mi ADN. Crecí escuchando los boleros y merengues que bailaban mis padres, y sobre la música de los 80’s, ¡ni hablar!

El otoño ha sido siempre mi estación favorita, siento fascinación por los ocres de la temporada. Podría vivir en los países nórdicos o en La Cumbre, sin problema alguno. Sus claroscuros son un poema. También puedo ponerme los zapatos de Carmen Ávila, uno de mis personajes favoritos de Marcela Serrano.

Amo y me aman. Los años te imprimen una vulnerabilidad poética. No te das cuenta cuándo inicias el proceso de construcción de tu verdadero mundo interior, con pensamientos y recuerdos que son tuyos, íntimos y sagrados. Un lujo el poderlos seleccionar, editar o borrar.

Celebro mi vida en paz conmigo misma. Reconciliándome, amando lo que soy, en lo que me estoy convirtiendo. Aceptando mis aciertos y mis errores, perdonándome. De a poco he ido descargando mi mochila y cada vez, la siento más ligera.

Me gusta esta versión de mí, años y consciencia van de la mano. El aprendizaje ha sido llevadero, constante y aleccionador. Resiliente.

Gracias, vida…gracias, Dios.

Por: Clemencia García Damirón