27.8 C
Santo Domingo
sábado, abril 19, 2025

Cuando me puse tu camisa

El Verbo se hizo hombre, y habitó entre nosotros.
Juan 1:14

Olvidemos por esta vez lo cruel, lo que nos provoca ansiedad y desasosiego. Operación Coral, Pepe Goico (nuevo ingrediente), el fallido caso de Odebrecht, los nuevos que ya ocupan páginas en los medios -Guido se encarga- y demás situaciones indelicadas.

Demos paso a este desnudo. Simple, minimalista, auténtico. Así como llegó lo transcribo, y ahora sin firma, a solicitud de autor.

“Fue un día cualquiera, pero no. Un miércoles, específicamente, con fecha en calendario y hora. Lo más estúpidamente sublime que haya pasado, difícil de olvidar. Reunidos, sabíamos que esta vez sí podía ocurrir, lo que no imaginábamos era cómo. Al menos yo.

Nervios, ansiedad, culpa. Una carga de muchas cosas, cuyo fondo no dejaba ver otra cosa que no fuera la del permiso para que ocurra. Latencias, infinitos deseos de transitar ese camino, uno que no sabríamos qué traería después. Hasta que una seductora e inteligente estrategia logró romper ese hielo ya craqueado.

La camisa. Azul, suave, suelta, con olor a ti.

Cuando me puse tu camisa no pensé en nada hasta que la tuve sin abotonar. Apenas me di cuenta de lo magistralmente logrado: me quitaste la ropa sin ponerme un dedo encima, pero me vestiste. Cubriste mi pudor, mis sentimientos, mi conflicto interno.

Tierno, sin prisas, pero sin pausas. Una conjunción profunda, sincera y sentida. Cuando creí que no tenía vida, que no sentía ni respondía a una caricia, la respuesta no se dejó esperar. Lograste con paciencia sacar lo mejor de mi, que al parecer estaba guardado para ti.

El trayecto fue maravilloso. Nos descubrimos, nos aceptamos. Quisimos hacerlo, una práctica de reconocimiento de destrezas al que nos acostumbramos por tanto tiempo. Lo disfrutamos por demás.

Valió la pena esperar, tranquilo, bajo la sombra de la esperanza. Una esperanza que fue alimentada por el tiempo que le dedicaste a tu rosa.

Trajiste de vuelta a mi verdadero yo, al que hice se fuera de ronda por el Hades, castigado. Y me siento feliz, discretamente feliz, sin alardes. No quiero dar cuenta de que estoy colgando de los anillos de Neptuno, como dices.

Tantas cosas en común y no fue hasta ahora que pude verlas. Y como nada es perfecto ni completo, me conformo con estar. Cuando nos lo permitan las circunstancias, porque los dos hace mucho decidimos lo que somos y tenemos.

Llegado el momento, el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Se hizo nuestra voluntad, no la de otros. Sin testigos, y ya sin culpas.

Gracias por las cápsulas de felicidad que nos ha tocado vivir. Lo valoro infinitamente.”

Nada más que decir. A quien va dirigido, que le aproveche.

Por: Clemencia García Damirón

SIMILARES

MÁS POPULARES