Aprovecho la euforia causada por el vídeo del ciudadano Juan Manuel Méndez García, cuando en un acto puro de humanidad apeló a reclamar amor a quien debía: a su mujer, su amada. Lo supimos cuando por un desliz involuntario se hizo viral por las redes. Obviamente hubo sonrojo en el hombre, porque no es costumbre en ellos que el mundo sepa cómo y por quién sienten (esto cuando es real).
Orgullo macho, estúpido y sin sentido, además.
Ya hoy sabemos que no solo maneja las crisis de la Naturaleza, sino que tiene corazón y sentimientos para manejar otras, provocando emociones bonitas y respuestas sanas. La mayoría de las mujeres dominicanas sentimos alegría y hasta deseos de que algo parecido ocurra en nuestras vidas.
¿Carencias? Quizás.
A propósito de lo anterior, el texto que transcribo a continuación lo recibí vía correo electrónico, pero también me llegó al corazón sintiendo la dicha de ser canal para transmitir sentimientos que llegan al alma.
Es maravilloso saber que aún en medio de tanto florece la bondad y el amor. El dichoso y anhelado amor.
Veamos:
“Capricho, dicen. Pueden llamarlo como quieran pero éste ha sido uno de casi 30 años. Latente, paciente, callado. Sumiso, a veces. Malsano, otras. Pero ahí ha estado.
Me llevó tanto tiempo aceptar su presencia y de repente me cuesta no tener su cercanía. De él amo su olor, su risa, su maravilloso sentido del humor y su inagotable fuente de sabiduría. Es un todo incluido.
Llevarme a su terreno sin transgredir mi intimidad fue la mejor carta de presentación. Aceptar una pieza tan rota como soy es la mayor muestra de desprendimiento y amor jamás visto.
“Deseo que te rompas verdaderamente para poder recoger tus pedacitos y armarte de nuevo. Esta vez con amor del bueno, del que se templó en la distancia y pensamiento. No importa tu ayer, quiero tu hoy, con todas las consecuencias que deriven”, dijo.
Le creí.
Me derrito cada día pensándolo, leyendo sus frases, esperando el sonido de su voz. Qué me traerá hoy, pregunto. Siempre nuevo, activo, sin pereza. Bordea el más íntimo de mis pensamientos provocando reacciones que suben color a mis mejillas. Eriza mi piel y dispara mis sentidos.
Hay tanto que decir, parece un sueño…y mi temor es despertar.”
Bueno, es tan lindo lo expresado. Gracias al señor Méndez y al contenido del correo por invitarnos a recordar que la vida nos ofrece algo más que pandemia sanitaria y económica. Hay esperanza de cosas mejores: amor en tiempos de crisis.
¡Dios con nosotros!
Por: Clemencia García Damirón