¿Qué hacer con Esperanza, Dios?

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Por: Clemencia García Damirón

Esperanza ha sido de gran ayuda para mi, indiscutiblemente. Es un espíritu libre pero domable, a decir de ella misma. Se adapta a toda circunstancia y lo hace muy bien. A veces desearía ser como ella, pero me conformo con aprender de su propia experiencia.

Recientemente conversábamos de temas que nos apasionan incluida la política, que por mi parte, he tomado un receso pero ella no. Insiste en idealizar un mundo mejor, en apostar a que en su momento todo volverá a su cauce. Habla de un nuevo orden en el que también creo. De hecho, el Universo conspira desde hace poco más de un año.

Como realmente debo apartarme por un tiempo de algunas cosas, ella hará lo suyo. Se ofreció a colaborar, argumentando que como me había «rajado» ella sería puente y «mantendría viva mi difusa llama». La verdad… tomaré con pinzas su ofrecimiento, porque a veces no tiene filtros. ¡Y le temo!

¿Qué hacer con Esperanza, Dios?

Su última lectura -iniciando la Cuaresma- fue la historia de una adolescente de 13 años seducida por un hombre de 50 en la Francia de los 80, contada por ella misma 30 años después. Un drama que envuelve emociones encontradas, pedofilia y conflictos de índole moral. Paralelamente a la lectura, ve el docudrama de Nevenka en Netflix, posiblemente la primera denuncia de acoso sexual hecha pública.

Me habló por si tenía alguna recomendación para estos días, o algún libro que prestarle. Los mencionados ya los había consumido. Pero conociéndola, le dije que intentaría de nuevo con la controvertida obra La última tentación de Cristo, a ver si se anima al debate.

Como todo, tiene sus claroscuros. Inspira y transpira libertad, pasión, determinismo y fe. Cuando no puede con algo lo pone a un lado y sigue. Es un poco casquivanadijo uno de sus carnales, otro la bautizó como“l’enfant terrible”.

Anda por su terruño de elección, la Madre Patria. Dijo extrañar a su amor eterno, estaba sintiendo el hastío de hacer el amor a la distancia. Decidió hacer caso a su corazón porque según ellos -los amantes-la cita no ha cambiado aunque parezca.

Para que vean, hasta al corazón más indomable le llega su domador.

Aceptaré algunos trabajos, eso sí, revisados minuciosamente antes de. Vendrá discusión entre ambas, estoy segura. Pero disfrutaremos de una de las almas más sensibles y nobles que podamos conocer. Locuaz, chacharachera, se da el lujo de mostrar análisis profundos cuando quiere, no para demostrar que puede.

Insaciable, literalmente; esa es ella, siempre va a por más. Sus amigos la quieren mucho, yo la adoro. Es feliz a su modo, y le resulta.

Pero ¿qué hacer con Esperanza, Dios?