Volteando la mirada

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Esperanza está en amor. El texto transmite su estado de ánimo, eso es bueno. Hablar de Mario Benedetti es tener pensamientos dulces y corazón sonriente. En esta vuelta no hay dudas del espléndido momento que transita y nos alegramos por ello.

“Leer a Benedetti siempre es una delicia, en cualquiera de sus géneros. Exquisito, sublime, inalcanzable. Fino en detalles, simple, sencillo. De un erotismo limpio…hace que te desnudes sin quitarte la ropa.

Conocí a Benedetti desde la musicalidad de su poemario con Serrat. Disfruté de esos versos hechos canción en la exquisita voz del catalán, innegable el sentimiento que imprime. Como si estuviéramos escuchando la narración del mismo dueño de las letras.

Luego lo aprecié en la voz de la argentina Nacha Guevara, cuando interpretó Te quiero. Y de ahí en más.

Con Clemen he iniciado un viaje emocionante e interesante por lo variopinto del trayecto. No lo describiré en esta entrega porque espero relatar otras. Sin embargo, hoy, después de haber leído La tregua, novela del poeta que me prestara semanas atrás, no dejo de maravillarme por la riqueza de su narrativa.

El argumento lo asumí como una provocación a conocer ese mundo oculto que tienen los hombres, que ni ellos mismos a veces se dan cuenta que poseen. Su mundo interior, la parte afectiva en contraposición con el macho que apura su terquedad masculina. Lo precoz que se vuelven ante una mujer desnuda y en lo oscuro, como diría el mismo Benedetti.

Pues nada más lejos de lo que buscaba. Me equivoqué, y debía ser así. ¡Se trataba de Benedetti siendo Benedetti! ¿Qué podía esperar?

En el Uruguay de los años 50, la jubilación es un recurso temprano. El trabajador se considera listo para dedicar tiempo al ocio con pensión incluida. Martín, de 49 años, viudo desde muy joven, como todo hombre se “defendía” con encuentros sin nombres ni apellidos. Nunca dedicó tiempo para pensar en él como ente necesitado de afecto y calor de hogar. Tenía 3 hijos, y se encontraba próximo al retiro laboral.

Encontró en Laura -su compañera de trabajo- una joven de 24 años, ese hálito de vida que al final entendió como la tregua que Dios había contemplado para él.

El relato de esta novela me transportó. Recordé historias parecidas, vivas aún. Porque es eso, él narra historias de vida desde la cotidianidad. Y ésta es tan infinitamente posible.

Aquí en España no reparamos en diferencias marcadas de edad. Creo firmemente en que cuando la pasión desborda no hay dique que la contenga. Soy ejemplo de ello, y no me arrepiento de cada paso dado.

De hecho, lo más intenso y hermoso que he vivido ha sido mi relación actual. Crucé océano, volteé la mirada, hice caso omiso a la razón. Décadas dorando la píldora, y es ahora cuando siento renacer mis emociones en cada encuentro.

Parafraseando al poeta: “varón urgente, hembra repentina[..]dejen todo en el beso[..]sabiendo que el tiempo pasará, que está pasando, que ya ha pasado para los dos”. A pesar de la diferencia en años que pueda existir, no cambio nada de lo que en este momento ocurre entre nosotros dos, porque ¡urge!”

Esperanza A.

Por: Clemencia García Damirón