Marcela y La Cumbre

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Marcela Serrano es encantadora. Su obra literaria es variopinta, porque sus enfoques -aunque siempre lo resalta- van más allá de lo femenino. Los relatos se hacen acompañar de algún hecho histórico que lo enlaza efectivamente con el sentimiento puro y simple de su protagonista. Con la esencia de lo que llevamos dentro las mujeres.

Sus libros me han acompañado en diferentes ocasiones, no podían faltar en mis estancias en La Cumbre. ¿Cómo desperdiciar la tranquilidad de espacio en medio de un pulmón no tan depredado por la mano del hombre?

En mi más reciente visita tocó leer Lo que está en mi corazón, una edición que data del año 2013 pero cuyo trabajo investigativo inició antes del 2001. Increíblemente. su lectura ha tomado más tiempo conmigo que otros títulos.

Así ha sido con todo en estos últimos años. Las cosas han ido tomando su tiempo, el que le toca y corresponde. Unas maduran, otras no tanto, y algunas nunca llegan a ser cosas. Por eso el escenario de la tranquilidad administrada es tan importante para filtrar lo que sí o lo que probablemente no.

El argumento del libro es interesante, el título inmejorable.

Camila llega desde Washington a San Cristóbal de las Casas, en México, a documentar un reportaje sobre el líder de la revolución zapatista en el estado de Chiapas, el subcomandante Marcos. Como casi todo en nuestras vidas, ese trabajo periodístico es la excusa para huir o enfrentar sus miedos. Navega en pérdidas, en inseguridades, en temores que no permiten su avance emocional.

Decisiones, no es otra cosa. ¡Pero que difícil se nos hace tomarlas!

Aproveché la lectura en la última visita a La Cumbre e hice mi propio viajecito emocional. Ese inicio tan emotivo como excitante en la preparación de lo que en su momento fue un “botao”, poco importante para quienes nada entendían el significado de aquel primer paso. Fue un intento de lo que podía llegar a ser un constructo.

El sentido de pertenencia en mi caso no abarca lo físico y material, es más profundo y ambicioso, mucho más cercano a lo evocativo. Olores, colores, actitudes, estímulos, palabras, sonidos, lágrimas y alegrías. Lo guardo en mi archivo mental, que repaso en la medida que genere bienestar.

La doblez de una sábana como el sabor del café, por mencionar algo. La neblina de las mañanas y el trinar de los pájaros; las oscuras noches de diciembre y enero, o el sofocante calor de agosto. La quietud inquebrantable de algunos domingos destinados solo a descansar. Eso, tan inherente a lo concebido… es quien lo puede entender.

Entrega y desapego. El ser humano es la máquina perfecta diseñada por el Creador.

Importante para todo aquel que todavía no conoce la naturaleza humana: somos un cauce por donde corre un arcoíris de sentimientos y emociones. Algunos permanecen, otros disolubles ante la falta de consistencia y arraigo.

Tenemos la condición inalienable de decidir, por eso escojo quedarme con lo mejor de mis recuerdos en el tiempo. Y como Marcela en su experiencia con las mujeres mayas, lo que está en mi corazón permanece en resguardo, celosamente.

¡Dios con nosotros!

Por: Clemencia García Damirón